Blogia
cucablog

Navidades...

Fíjate tú, ya llega la nochevieja. A la vuelta de la esquina está. Y yo con mi flamante vestido de 9,90€. Sí, sí. Tojuro de verdad. Total, estoy absolutamente convencida de que nadie mira a los demás en Nochevieja. Todo el mundo se mira el ombligo: "creo que voy la mas guapa", "a ver si me va a salir una arruga", "se me notarán los michelines"? Así que paso de gastarme un dineral. Total, pa qué?

Le estuve contando a mi novio como funcionan las cenas de Nochebuena en mi casa y se partía. Pues es la verdad:

A media tarde ya anda mi padre como el pájaro loco dando vueltas por la cocina desquiciaíto perdido. Es el chef. Mueve potas de tamaño industrial, se le queda corta de fogones la cocina. Mancha toneladas y toneladas de cacharros. Y los demás que somos los pinches, venga a meter al lavavajillas, junto con las copas. Hace horas extras el chisme. Y a medida que avanza la tarde se estresa más. "Pon la bandeja del turron!!!". "No, que se queda seco". "Ponnnnnlaaaaaaaaaaa!!!!" hasta que llega el momento cumbre, que oscila entre las 10 y las 11:30 en el que se decide cenar. A recopilar sillas que menos en la cocina suelen estar en cualquier parte. Aparecen las sillas a juego y luego la rota aquella que sobrevivió del juego anterior que se tapa con un cojín, la plegable de loneta que te empozas y queda el plato a la altura de las cejas, la de la habitación del abuelo con apoyabrazos... todo muy ecléctico, vamos. Luego hay que poner el mantel y es cuando te das cuenta de que el largo que cubre toda la mesa está en el cesto para lavar. Así que a poner el raquítico que apenas tapa la mesa. Este año pusimos el de las visitas, que es uno que no se toca nunca para prevenirlo de cortes con el cuchillo del chorizo, manchas indelebles "como rojitas"... creo que ya no podrá servir más para ese menester...

Por fin se convoca a la gente. es el momento en que todos nos damos gritos unos a otros y todo el mundo se acuerda de algo muy urgente que dejó sin hacer. Mi padre enferma con el cucharón de la sopa en la mano, presa de insufrible impaciencia. Mientras unos desaparecen por el sótano y mi abuelo se hace fuerte en el baño... por fín, nos vamos sentando a la mesa. "Tú ahí". "No, yo donde la pared". "No, yo". "Yo en la banqueta" "Me la pedí yo"... y llegan los entremeses. Como tenemos hambre zampamos sin control, a sabiendas de que no vamos a llegar en buenas condiciones al segundo plato. Los abuelos no tienen dientes y chupetean los biscotes durante media hora. Se terminan y se reparte el pan. Nueva oleada de discusiones: "yo no quiero currusco", "yo tampoco"... se lo acaba quedando el abuelo desdentado.

Llega la sopa que está hirviendo. "Está para comer" comenta mi abuelo paterno mientras sorbe como puede y probablemente le salen ampoyas en la lengua. Los demás soplamos durante media hora y tardamos muuuucho en comer. Mi padre se impacienta de nuevo "Venga hombre, terminar la sopa". "Es que está caliente". "Quema". "Yo la como fría"

Por fin se va pasando al marisco, cada uno a su bola ya. Mientras, mi abuelo materno le sigue dando vueltas a la cuchara de la sopa mientras moja pan en el caldo. Es la cosa más calmosa que existe. Si es salpicón, nueva polémica: "Tiene cebolla??". Si es que sí, mi hermano dice "que asco, no lo quiero". Si es que no, lo digo yo. Al final todos lo comemos tras ver a mi padre cambiar de color peligrosamente. Mi abuelo pasa a dar vueltas a los trozos de gamba con el tenedor. Si por el contrario son langostinos con mayonesa, nos afanamos todos a la trabajosa tarea de pelarlos y estamos ocupados y formalitos un buen rato.

Llega el momento de la carne. Mi abuelo paterno protesta: "no me eches tanto", exactamnte lo que dijo con todos y cada uno de los platos anteriores. Pero se lo come todo. Mi otro abuelo aun está mirando extasiado un trozo de huevo cocido de la vinagreta. Yo paso de carne, ya estoy bien cebada para esas alturas. Nada que reseñar de ese momento. Aprovechamos para hacer zapping. No echan nada.

Por fin los turrones. Todo el mundo dice "oooooohhhhhhhh". Como mi padre compra la cesta y la esconde para que no nos la soplemos antes de nochebuena, nadie sabe de qué estará compuesta. Normalmente hay unas tabletas de turrón del bueno, de Diego Verdú, artesano y eso. Carísisisimo. Unos dulces pijillos del tipo "delicias de arroz con leche" y cosas por el estilo y luego la morralla de relleno, comunmente marca blanca de algún supermercado. Se posa la bandeja. Echas la mano al turrón del caro y descubres con espanto que ya no queda, y si te descuidas, sales con un muñón en vez de dedo. Qué voracidad!!!! Es visto y no visto. Mientras trepo a la parte alta de la alacena para cortar un poco más, los demás siguen picando los trozos más comestibles. Va quedando el Pan de Cadiz del super, que es tan malo que al masticar restalla el crunch crunch del azucar. Observo con pavor que he mezclado los mazapanes de marca con los cutres y que son exactamente iguales por fuera. Ahora tengo que arriesgarme para coger uno e invariablemente cojo el que no es. Más crunch crunch. Mientras, alguien comenta alborozado que se acaba de comer un mazapán delicioso. Mentalmente le echo mal de ojo. Se van sacando las copas para brindar. Entonces nos damos cuenta de que nadie ha metido la botella del Gaitero en la nevera y que solo hay cava frio. Odio el cava. Los demás me miran como a un elemento disidente del espíritu de la navidad y me echan un dedo "pa brindar". Brindamos, bebo un minisorbo, hago una mueca y busco el vaso de agua porque mojar los labios me ha dado sed. Normalmente suele tener dentro una miga de pan muy gorda y una cáscara de langostino. Este año en cambio tenía todo el cava que se salio a mi padre al quitar el corcho y me lo echó encima del agua. Inservible igualmente. Nos impacientamos, queremos irnos ya a nuestros asuntos, pero mi madre sigue celebrando por su cuenta. Mi desdentado abuelo ha cogido un trozo de turron duro y lleva media hora dandole vueltas a un trozo de almendra. Le durará hasta el desayuno. En una de estas mi madre se levanta a recoger los platos, se da media vuelta y salimos zumbando uno por cada esquina. Ya estuvo bien!!!

Al dia siguiente, sigue paseando la bandeja con los restos del turron. Desayunamos los que quedan comestibles junto con un par de langostinos con mayonesa y algun resto de entremés y los del super se los vamos dando disimuladamente al perro hasta que se terminan...

2 comentarios

Lorena -

Te vamos a nombrar socióloga oficial! Jaja! Me moría de risa con el abuelo que nunca quiere que le echen más y luego se lo come todo, porque es igual que el mío, que presume de que come poco, o algo. Las cenas de Navidad yo creo que son parecidas en casi todas las familias: que si no hay sillas suficientes, que si el mantel no cubre la mesa y hay que poner dos distintos y esas cosas...Y bueno, tú al menos tienes perros a los que darles el turrón malo...jaja! Besos y feliz Navidad...:P

mavi -

Creo que es la mejor descripción de los que pasa en una cena de navidad de mi familia. Me ha encantado lo del vaso de agua con la miga de pan, no falla. A mi tampoco me gusta el cava.
Feliz año, Cucacuca!